lunes, 11 de abril de 2016

LA NARRATIVA ESPAÑOLA DESE LA POSGUERRA


La narrativa de los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil está marcada por el exilio (Rosa Chacel con su  Memorias de Leticia Valle de 1946, Ramón J. Sender con Réquiem por un campesino español de 1953 y Crónica del alba de 1942 a 1966, Max Aub y Francisco Ayala), la represión y la censura que configuran un panorama desolador, agravado por las penurias editoriales y, en general, por el empobrecimiento intelectual del país. Hay una exigua producción novelística, entre testimonial y panfletaria. A la sombra de la cultura oficial, pasarán a primer plano los jóvenes del nuevo orden -que ya habían dado muestras de su belicosidad ideológica y literaria a comienzos de los años treinta- junto a novelistas anteriores que se reacomodan a la situación. Junto a esta «novela de los vencedores» hay otra corriente, denominada «neorromántica» o «estetizante», que se nutre de los rescoldos del modernismo, de la experimentación novelesca unamuniana, del preciosismo valleinclanesco y del desenfadado espíritu narrativo de los años veinte. En la vertiente más estimulante de este esteticismo se encuentran las novelas del primer Zunzunegui, junto a La novela número 13 (1940) y El bosque animado (1943) de Wenceslao Fernández Flórez. Otros recurrirán al realismo decimonónico a veces, mirando al pasado de una manera inevitable. Así sucederá con algunas novelas del Zunzunegui La ceniza fue árbol (entre 1944 y 1957 sus tres primeras entregas), trilogía-río de Ignacio Agustí sobre la burguesía catalana. 

En 1944 se crea el Premio Nadal. Y en esta década de los 40 aparecen La familia de Pascual Duarte de Cela (1942), Javier Mariño (1943) de Gonzalo Torrente Ballester, Nada (1945) de Carmen Laforet y las primeras novelas de Miguel Delibes  que suponen el encuentro de la novela de posguerra con la realidad cotidiana. 

Lafamilia de Pascual Duarte inicia la corriente denominada tremendismo al profundizar el relato en los aspectos más crudos de la realidad (violencia, miseria…). Pascual es un campesino extremeño dominado por sus instintos vengativos y violentos, que hacen que se convierta en un asesino frío y en serie. Escrita en primera persona, y bajo la apariencia de drama rural, el narrador-protagonista narra desde la cárcel las calamidades que la vida le deparó. 

Nada es una novela existencialista que cuenta la estancia en casa de unos familiares, a los que apenas conoce, de su protagonista, Andrea, en Barcelona, ciudad a la que se traslada para estudiar en la universidad. Allí se encuentra en un mundo burgués asfixiante paralizador que le produce angustia e insatisfacción. Irá descubriendo en su nueva familia las secuelas, el rencor, los trastornos mentales y la miseria moral que son consecuencias de la Guerra Civil. Recibió el primer Premio Nadal.

La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes (1948) nos presenta a Pedro, que, huérfano desde la infancia, va a parar a Ávila para su educación, al hogar sombrío de don Mateo Lesmes, que le inculcará la creencia de que para ser feliz hay que evitar toda relación con el mundo, toda emoción o afecto. Los acontecimientos de su vida darán la razón a don Mateo, sin embargo, Delibes, en el desenlace, deja una pequeña puerta abierta a la esperanza. 
LOS 50: EL REALISMO SOCIAL
La década del cincuenta trae un renacimiento del género narrativo. En este cambio participan también Cela, Miguel Delibes y Gonzalo Torrente Ballester. Desarrollan un nuevo tipo de novela, que da paso al llamado realismo social, el cual pretende -mediante el recuerdo de la guerra y sus secuelas, la actitud crítica, los personajes colectivos (alienados, explotados, víctimas)- desenmascarar situaciones sociales injustas en clara correspondencia con las que se suceden en la realidad de cada día. 



Obras representativas de esta corriente pueden considerarse La colmena, de Camilo José Cela y La noria, de Luis Romero. El primer impulso lo da Cela con La colmena (1951), publicada en Buenos Aires, debido a la censura . Es una novela sin apenas argumento, situada en el Madrid de la posguerra. Dividida en seis capítulos y un epílogo en los que se mezclan varios episodios (secuencias) sobre distintos personajes que se hallan relacionados entre sí. En ella sus más de trescientos personajes nos muestran, a través de múltiples y breves fragmentos, su vivir cotidiano, lleno de miserias y de penurias. Dinero, hambre y sexo se convierten en las únicas preocupaciones de unos personajes alineados en esa gran colmena donde lo importante es sobrevivir. El protagonista es colectivo, aunque destacan doña Rosa, Martín Marco y Elvirita. El tiempo se reduce a tres días. Predomina el diálogo, y apenas hay intervención del narrador (objetivismo o cámara fotográfica Su estructura y perspectiva narrativa adelanta algunas de las innovaciones posteriores: el narrador oculto; ausencia de análisis psicológico de los personajes; predominio del diálogo; el protagonista colectivo; la concentración de los hechos narrados en un corto espacio de tiempo (unas horas, un día…); un espacio reducido (una casa, un barrio…); la ausencia de un final preciso, que la convierte en una novela abierta; el alcance existencial y social de la obra; el desorden cronológico de los capítulos divididos en secuencias; y, en parte, el objetivismo conductista de la perspectiva narrativa. El objetivismo consiste en la presencia de un narrador que se limita a registrar, como si fuera una cámara de cine, los hechos de ficción y los comportamientos de los personajes, sin permitirse juicios de valor. El realismo crítico, presente en estas novelas, refleja el interés de estos autores por novelar los aspectos más duros, sórdidos y denunciables del panorama de la España de posguerra. Estas novelas, en cierto modo, sirven como vehículo de denuncia de las injusticias sociales. De ahí su estilo sencillo y  fácilmente comprensible.

El Jarama (1956), de Rafael Sánchez Ferlosio es un buen ejemplo de narrador objetivista. La novela, que narra un día de acción, presenta a un grupo de jóvenes que realizan una excursión al río Jarama donde se ahoga una de las chicas, Lucita. A partir de ese suceso, el lector puede extraer sus conclusiones sobre lo que manifiesta el comportamiento de los distintos personajes. Con esta técnica el autor consigue mostrar el hastío y la alienación de la sociedad del momento.
Otras obras destacables de esta época son Entre visillos, de Carmen Martín GaiteLas ratas, de Miguel Delibes Pequeño teatro, Los Abel de Ana María Matute, Juegos de manos de Juan Goytisolo, Los bravos de Jesús Fernández Santos y El fulgor y la sangre de Ignacio Aldecoa.. La denuncia social se hace explícita en textos sobre el mundo obrero, como Central eléctrica, de Jesús López Pacheco y  La zanja, de Alfonso Grosso. 

Miguel Delibes nació en  Valladolid, 1920. Ocupa uno de los primerísimos puestos de la novela con­temporánea. Su abierto humanismo cristiano le lleva a acercarse a los hu­mildes y a criticar la sociedad burguesa. Así, tras revelarse con La sombra del ciprés es alargada (Premio Nadal, 1947), aborda con realismo el mundo rural en El camino (1950), Diario de un cazador (1955) o en una obra maes­tra, Las ratas (1962), impresionante cuadro de la vida de un pueblo meseteño; mientras que las costumbres y mentalidad de la burguesía provinciana son objeto de certero análisis en obras como Mi idolatrado hijo Sisí (1953).
Una segunda etapa se inicia en 1966, con Cinco horas con MarioAquí, Delibes junta la preocupación ético-social y la renovación formal, incorporando un monólogo interior de un personaje, que le sirve para hacer una crítica irónica a las clases medias. Esta obra supuso una intensificación de la carga crítica y, a la vez, una búsqueda de nuevas formas.
Esta búsqueda se acentúa en la tercera etapa, con la alucinante Parábola del náufrago (1969), de un experimentalismo muy distante a su realismo habitual y en donde hace una parodia de la deshumanización del individuo moderno. Junto a esta hay que señalar otra obra maestra, Los santos inocentes (1981), en donde recupera el experimentalismo y la denuncia social a través de una nueva incursión en el entrañable y áspero mundo rural. Caracterizan siempre a Delibes unas excepcionales dotes de narrador, una insuperable capacidad para reflejar tipos y ambientes, y un seguro dominio del idioma, lo que le permite acer­tar, con difícil facilidad, en los más variados registros, sobre todo en la autenticidad del habla popular.

En 1978 publica El disputado voto del señor Cayo. En 1981 publica  su séptimo libro de caza Las perdices del domingo. Junto a Gonzalo Torrente Ballester, obtiene el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 1982. En 1983Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso;  1987, “377A Madera de héroe” ; Señora de rojo sobre fondo gris (1991) (un homenaje a su esposa Ángeles de Castro fallecida en 1974). Y cuando ya parecía que había puesto punto final a su obra narrativa, publica en 1998 “El hereje”, novela documentada y ambientada en el Valladolid del siglo XVI. Y en 2005, con su hijo, biólogo e investigador del CSIC publica un libro de conversaciones “La tierra prometida.¿Que mundo herederán nuestros hijos”.
LA RENOVACIÓN FORMAL DE LA NOVELA EN LOS 60

A partir de los años sesenta, los narradores emprendieron una renovación formal de la novela, concediendo mayor importancia al lenguaje y a los modos de estructurar el relato (novela estructural). No abandonan la reflexión crítica, pero su presentación formal es radicalmente novedosa. Lejos del realismo objetivo y de la sencillez expresiva, la novela de los sesenta presenta los acontecimientos de un modo innovador, utilizando un léxico riquísimo, lleno de invenciones y expresividad y creando estructuras novelísticas complejas. El cambio que se produce está influido por el cambio que experimenta la sociedad española en los 60 – industrialización, turismo y flexibilización de la censura-, pero también por el agotamiento de la novela social y la irrupción de nuevos modelos narrativos inspirados en los grandes novelistas extranjeros del siglo: Joyce, Kafka, Proust, Faulkner, etc. . Estas aportaciones  vendrán de la mano de autores pertenecientes a generaciones distintas (Generación del medio siglo). Señalaremos algunas de ellas:

  • Experimentación con las formas de narrar: surgen novelas epistolares, monólogos de principio a fin, narraciones ininterrumpidas (sin puntuación). 
El monólogo interior.
  • Perspectivismo: alternancia de distintos narradores en la novela, para que la historia se contemple desde puntos de vista diferentes. 
Distanciamiento irónico.
  • Entrada a la fantasía y a la mezcla de lo mágico con lo real. 

  • Saltos inesperados en el tiempo. Se abandona la linealidad en el tiempo narrativo.
  • Elipsis y saltos en el tiempo forman un rompecabezas temporal.

  • El argumento deja de tener importancia. Lo importante es el tratamiento de la anécdota que se cuenta y su enfoque.
  • Los personajes son seres en conflicto consigo mismos y con su entorno. Desorientados, pero muchas veces desequilibrados y con trastornos psicológicos.
  • La inserción de collages en la narración (informes policiales, fragmentos de guías turísticas, de instancias…

La novela que inaugura esta etapa de experimentación es Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos. Su argumento realista, protagonizada por  Pedro, joven investigador del cáncer que necesita ratones para sus experimentos y para conseguirlos entra en contacto con una familia de chabolistas y con el Muecas, y por ello se ve envuelto en una situación comprometida que le llevará a no poder evitar la muerte, provocada por un aborto clandestino, en la chabola de una joven muchacha, y como consecuencia le acarreará el asesinato de su novia por venganza y la cárcel. Pero esta novela no es lineal y posee todos los ingredientes de la renovación: distintas voces narrativas, saltos temporales y alternancia de todo tipo de lenguajes, ironía carga existencial y simbólica. La novela escrita con un lenguaje muy rico y culto, de un barroquismo exuberante, se mezcla con el lenguaje científico, que resulta chocante con la realidad que presenta. Y refleja así una sociedad y una existencia vacías. 

Largos monólogos son San Camilo 1936, de Cela Cinco horas con Mario, de Delibes (lenguaje coloquial y reiteraciones en el monólogo interior de Carmen Sotillos, que nos va descubriendo dos posturas antagónicas de entender el mundo). En San Camilo 1936, el anónimo protagonista, ante el espejo, reflexiona caóticamente sobre los sucesos vividos durante los tres primeros días del alzamiento militar que desemboca en la Guerra Civil. En Cinco horas con Mario es Carmen Sotillo la que rememora sus veinte años de matrimonio ante el cadáver de su marido. 
Otras novelas renovadoras que se pueden señalar son Últimas tardes con Teresa (1966)de Juan MarséSeñas de identidad (1966), de Juan GoytisoloVolverás a Región (1967)de Juan Benet, y La saga/fuga de J.B. (1972), de Gonzalo Torrente Ballester. 

Juan Goytisolo (Premio Cervantes 2015) defiende la renovación narrativa en Señas de identidad, en la que hay una búsqueda del sentido de la vida. El protagonista va recordando su pasado y el de la vida española a través de cartas, fotos y otros documentos. La historia narrada es la de Alvaro Mendiola, un exiliado español en Francia que vuelve a España en un intento de recuperar sus raíces. Para ello, indaga en su historia familiar, y esta búsqueda le hace sentir que ya no forma parte de ese mundo, que es un ser totalmente desarraigado, un extraño en su propia tierra. Aparece, así, un tema que será constante  en la obra de Juan Goytisolo: el rechazo de una interpretación parcial de la historia y la cultura española.Está narrada en un estilo claramente subjetivista donde coexisten la tercera y la segunda persona gramaticales; e incluye otros elementos propios de la renovación como la alternancia de historias presentadas con diferente tipografía, se rompe la linealidad temporal y aparecen diferenciados el monólogo, la narración y el diálogo.Ruptura del espacio y del tiempo; alternancia de la segunda con la tercera y la primera persona en la narración; monólogo interior; presencia de párrafos en otros idiomas, uso de formas discursivas no literarias; artificios tipográficos.
Volverás a Región (1967)de Juan Benet, tiene una estructura muy compleja. Los acontecimientos se ubican en un lugar imaginario llamado Región, símbolo de una España en decadencia y arruinada.
En Últimas tardes con Teresa (1966)de Juan Marsé, se vierte una visión crítica de la burguesía catalana a través de las relaciones entre un joven delincuente y una estudiante de familia burguesa, pero también utilizando técnicas narrativas experimentales.

Una consecuencia producida por la renovación de las técnicas narrativas es que son novelas exigentes con el lector, que ante la acumulación de complejidades formales van a obligar a una participación más activa del lector.

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