IDIOMA
Un gran
rey español sería el que supiera hablar a la perfección las cuatro lenguas de
España. Durante las visitas al territorio donde cada uno de esos idiomas
germina naturalmente y constituye un patrimonio milenario, un gran rey debería
expresarse siempre en catalán en Cataluña, con sus variantes en Valencia y en
las Baleares; en gallego en Galicia; en euskera en el País Vasco y en
castellano al dirigirse desde el Estado al conjunto de los españoles y a las
naciones hispanoamericanas. Llamar idioma español a la lengua castellana,
tomando una parte por el todo, es una sinécdoque patriotera, excluyente y
totalmente acientífica. La Constitución de 1931 no creó ningún problema. En su
artículo 4 estableció: "El castellano es el idioma oficial de la República".
Como el inglés, que sólo se hablaba en Inglaterra, una parte de Gran Bretaña,
se sigue llamando inglés y no británico, también al castellano de Castilla la
historia lo impuso en su Imperio y se seguía llamando lengua castellana en
todas las academias, universidades, colegios de España y de Latinoamérica hasta
que los norteamericanos englobaron con el vocablo spanish el flamenco, el guacamole con picante, el sombrero
mejicano, la corrida de toros, el indio del altiplano, las patatas bravas y la
lengua de Cervantes. Esta mutación de la lengua castellana en idioma español,
que se deriva de la ignorancia de los yanquis, ha sido consagrada por nuestra
Constitución de 1978 como un alarde de patrioterismo unificador. Con ello de un
plumazo se borra como lenguas españolas al catalán, al gallego y al euskera con
gran satisfacción de los independentistas respectivos. Una sinécdoque
patriótica o tropo político semejante crearon algunos escritores de la
Generación del 98, Azorín, Unamuno y Maeztu, cuando desmoralizados por el
marasmo de España con la pérdida de las colonias trataron de despertar el alma
de Castilla insuflándole un flato literario hasta convertir el viejo espíritu
castellano en el moderno espíritu nacional. De ahí arrancan todos los males.
Cuando se dice lengua castellana pienso en fray Luis, en Bernal Díaz del
Castillo, en Vasconcelos, en César Vallejo, en la Academia de Colombia, en
Borges. Cuando se dice idioma español pienso en una fritanga de toreros,
gringos y culebrones, de la misma forma que al hablar de espíritu nacional
aparece el palo de la bandera convertido en una porra.
Manuel
Vicent, EL PAÍS, 21 de marzo de 1999 (columna)
Realice un comentario del texto anterior, conforme al siguiente guión:
Parte 1 (relacionada con la estructura interna y contenido
del texto):
a. Resuma el texto propuesto. (1 punto) ( 5-10
líneas)
b. En relación con lo expresado en el texto anterior
redacte Vd. un texto en el que manifieste su opinión sobre la afirmación que
realiza el autor al comienzo del texto: “ Un gran rey español sería el que
supiera hablar a la perfección las cuatro lenguas de España”. Argumente
su respuesta. (2 puntos) ( 15-20 líneas)
c. En relación con el contenido del texto,
desarrolle Ud. el tema El español de América y la necesidad de una
norma panhispánica (Tema 16) (2,5 puntos) (1 cara y ½ o 2 caras)
Parte 2 (relacionada con la estructura externa y
forma del texto):
a. Explique qué tipo de texto es el que se ha
propuesto y sus características. (1 punto)
b. Defina las siguientes palabras y escriba una
oración con cada una de ellas: germina,
marasmo, fritanga.(1,5
puntos)
c. Realice un análisis sintáctico comentado de
siguiente enunciado extraído del texto. (2 puntos)
“ Un gran rey español sería el que supiera hablar a
la perfección las cuatro lenguas de España”.
NOTA: Recuerde que ni en el
resumen ni en el comentario tiene que utilizar frases literales del texto.
Tampoco repita las ideas del texto ni utilice sus argumentos. Genere otras
ideas y otros argumentos. Escriba con
corrección y claridad.
Idioma
Una mañana, en el hotel
Plaza de Nueva York, no había acabado de despertar cuando oí voces en el
pasillo que hablaban un castellano muy dulce. En el sopor de la conciencia tuve
un pensamiento feliz: por fin la excelsa lengua de Cervantes había conquistado
la cima del Imperio, según había soñado Nebrija. Eran unas chicas mexicanas que
estaban pasando la aspiradora. Poco después una joven colombiana llamó a mi
puerta para arreglar la habitación. Mientras limpiaba el lavabo un día me contó
algunas peripecias de su vida con las palabras más puras de nuestro idioma. No
sé inglés y como no soy científico ni hombre de negocios, no lo necesito. A
cualquier parte de Estados Unidos adonde vaya siempre encontraré un camarero,
una cajera, un maletero, un abrecoches, cualquier cocinero que me saque del
apuro. El emperador Carlos V dijo que utilizaba el italiano para hablar con las
damas, el francés para hablar con los hombres y el castellano para hablar con
Dios. Hoy en Nueva York sólo usaría nuestro idioma para departir con los
criados, como hago yo que no soy nadie. Cuando camino por Manhattan y suena a
mi alrededor la lengua de Cervantes, vuelvo la cara y normalmente se trata de
alguien que está descargando bultos o va tirando de una carretilla. El simple
hecho cuantitativo de que hablen castellano 400 millones de personas y que suene
en el lugar más extraño del mundo donde se haya afincado un emigrante
latinoamericano, hace que los españoles no necesitemos el inglés vitalmente, lo
cual juega en nuestra contra. Sin duda, la minoría hispana ya ha accedido en
Norteamérica al gran consumo y constituye también una fuerza electoral, por eso
los políticos en los mítines balbucean algunas palabras en castellano y los
ejecutivos de las multinacionales consideran una ventaja hablarlo bien, pero a
la hora de firmar un contrato internacional y de acceder a las últimas
conquistas del cerebro humano, la lengua de Cervantes no cuenta para nada. Hay
que saber inglés. En este sentido conviene inculcar a nuestros escolares una
idea básica: el castellano sirve para soñar, para rezar, para escribir bellas
historias, para rememorar grandes hazañas del pasado, pero no interviene en
absoluto en la economía mundial ni en el pensamiento científico. Su zona de
máxima influencia está en los sótanos del Imperio, donde se friegan los platos
y se cargan los paquetes. Cuando oigo hablar mi idioma en Nueva York sé que lo
pronuncia un hermano. Voy hacia él y lo abrazo.
Manuel Vicent, EL PAÍS, 19 de septiembre de 2004 (columna)
Idioma
Desde el fondo de su miseria les
hemos oído hablar. Son indios analfabetos, niños famélicos, ancianas
depauperadas, obreros esclavizados, esas gentes latinoamericanas que emergen
sus rostros en las pantallas sólo después de las catástrofes y que a la hora de
manifestar sus sentimientos utilizan un castellano impecable con las palabras
adecuadas a cada matiz de su emoción. Es de admirar hasta qué punto un idioma
que se mantiene incontaminado, más allá de la cultura, sirve para estructurar
de forma muy rigurosa el pensamiento. Les hemos oído hablar en plena agonía con
expresiones profundas y sencillas, perfectamente atemperadas a su desdicha o a
la muerte inminente que esperaban. No sé si el castellano, entre todas las
lenguas del mundo, es la más propicia para formular la resignación ante el
infortunio, pero en medio del cataclismo de Centroamérica hemos podido
contemplar cómo un indio con su hijo muerto en brazos o una vieja mulata
sentada en el suelo de su chabola desaparecida o un niño que buscaba a sus
padres dentro del lodazal exponían semejante tragedia con las palabras más
someras y precisas que corresponden a la dignidad de un idioma. Esto no es una
lección para lingüistas, aunque sea una demostración de que los vocablos
limpios son semillas de ideas puras. Baste comparar el rigor de ese castellano
hablado por cualquier indio americano con la garrulería cateta con que se
expresa la mayoría de la gente en España cuando le ponen un micrófono delante.
No hay nada más deprimente que ese ciudadano feliz, balbuciente, sin
vocabulario, pero cargado de paquetes, a quien se interroga a la puerta de unos
grandes almacenes y no sabe qué decir. Tampoco el campesino español tiene ni de
lejos la profundidad del indio ni sabe administrar ya aquella sabiduría
senequista que en las razas de América equivale al silencio precolombino. Tal
vez algún viejo marinero, algún pastor o labrador perdido en el fondo de un
valle conserven en nuestro país todavía ese modo de hablar esencial, pero nada
indica tan claramente la decadencia de una sociedad o la indignidad de una
persona como la vulgaridad chabacana a la hora de expresarse. Aparte de la
lección ante la tragedia, de la catástrofe de Centroamérica, muchos hemos
aprendido la disciplina de un idioma. Ha sido un gran ejemplo oír a gente
analfabeta que hablaba con un sonido de fray Luis de León en medio del barro.
Manuel
Vicent, EL PAÍS, 15 de noviembre de 1998 (columna)
EL SPANGLISH
Don Quixote de La Mancha
Miguel de Cervantes
First Parte, Chapter Uno
Transladado al Spanglish por Ilán Stavans
Miguel de Cervantes
First Parte, Chapter Uno
Transladado al Spanglish por Ilán Stavans
In un placete de La Mancha of which nombre no quiero remembrearme, vivía, not so long ago, uno de esos gentlemen who always tienen una lanza in the rack, una buckler antigua, a skinny caballo y un grayhound para el chase. A cazuela with más beef than mutón, carne choppeada para la dinner, un omelet pa’ los Sábados, lentil pa’ los Viernes, y algún pigeon como delicacy especial pa’ los Domingos, consumían tres cuarers de su income. El resto lo employaba en una coat de broadcloth y en soketes de velvetín pa’ los holidays, with sus slippers pa’ combinar, while los otros días de la semana él cut a figura de los más finos cloths. Livin with él eran una housekeeper en sus forties, una sobrina not yet twenty y un ladino del field y la marketa que le saddleaba el caballo al gentleman y wieldeaba un hookete pa’ podear. El gentleman andaba por allí por los fifty. Era de complexión robusta pero un poco fresco en los bones y una cara leaneada y gaunteada. La gente sabía that él era un early riser y que gustaba mucho huntear. La gente say que su apellido was Quijada or Quesada –hay diferencia de opinión entre aquellos que han escrito sobre el sujeto– but acordando with las muchas conjecturas se entiende que era really Quejada. But all this no tiene mucha importancia pa’ nuestro cuento, providiendo que al cuentarlo no nos separemos pa’ nada de las verdá.
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