lunes, 19 de octubre de 2015

EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

IDIOMA
Un gran rey español sería el que supiera hablar a la perfección las cuatro lenguas de España. Durante las visitas al territorio donde cada uno de esos idiomas germina naturalmente y constituye un patrimonio milenario, un gran rey debería expresarse siempre en catalán en Cataluña, con sus variantes en Valencia y en las Baleares; en gallego en Galicia; en euskera en el País Vasco y en castellano al dirigirse desde el Estado al conjunto de los españoles y a las naciones hispanoamericanas. Llamar idioma español a la lengua castellana, tomando una parte por el todo, es una sinécdoque patriotera, excluyente y totalmente acientífica. La Constitución de 1931 no creó ningún problema. En su artículo 4 estableció: "El castellano es el idioma oficial de la República". Como el inglés, que sólo se hablaba en Inglaterra, una parte de Gran Bretaña, se sigue llamando inglés y no británico, también al castellano de Castilla la historia lo impuso en su Imperio y se seguía llamando lengua castellana en todas las academias, universidades, colegios de España y de Latinoamérica hasta que los norteamericanos englobaron con el vocablo spanish el flamenco, el guacamole con picante, el sombrero mejicano, la corrida de toros, el indio del altiplano, las patatas bravas y la lengua de Cervantes. Esta mutación de la lengua castellana en idioma español, que se deriva de la ignorancia de los yanquis, ha sido consagrada por nuestra Constitución de 1978 como un alarde de patrioterismo unificador. Con ello de un plumazo se borra como lenguas españolas al catalán, al gallego y al euskera con gran satisfacción de los independentistas respectivos. Una sinécdoque patriótica o tropo político semejante crearon algunos escritores de la Generación del 98, Azorín, Unamuno y Maeztu, cuando desmoralizados por el marasmo de España con la pérdida de las colonias trataron de despertar el alma de Castilla insuflándole un flato literario hasta convertir el viejo espíritu castellano en el moderno espíritu nacional. De ahí arrancan todos los males. Cuando se dice lengua castellana pienso en fray Luis, en Bernal Díaz del Castillo, en Vasconcelos, en César Vallejo, en la Academia de Colombia, en Borges. Cuando se dice idioma español pienso en una fritanga de toreros, gringos y culebrones, de la misma forma que al hablar de espíritu nacional aparece el palo de la bandera convertido en una porra.
   Manuel Vicent, EL PAÍS, 21 de marzo de 1999 (columna)

Realice un comentario del texto anterior, conforme al siguiente guión:
Parte 1 (relacionada con la estructura interna y contenido del texto):
a.      Resuma el texto propuesto. (1 punto) ( 5-10 líneas)
b.     En relación con lo expresado en el texto anterior redacte Vd. un texto en el que manifieste su opinión sobre la afirmación que realiza el autor al comienzo del texto: “ Un gran rey español sería el que supiera hablar a la perfección las cuatro lenguas de España”. Argumente su respuesta. (2 puntos) ( 15-20 líneas)
c.      En relación con el contenido del texto, desarrolle Ud. el tema El español de América y la necesidad de una norma panhispánica (Tema 16) (2,5 puntos) (1 cara y ½ o 2 caras)
Parte 2 (relacionada con la estructura externa y forma del texto):
a.      Explique qué tipo de texto es el que se ha propuesto y sus características. (1 punto)
b.     Defina las siguientes palabras y escriba una oración con cada una de ellas: germina, marasmo, fritanga.(1,5 puntos)
c.      Realice un análisis sintáctico comentado de siguiente enunciado extraído del texto. (2 puntos)
Un gran rey español sería el que supiera hablar a la perfección las cuatro lenguas de España”.

NOTA: Recuerde que ni en el resumen ni en el comentario tiene que utilizar frases literales del texto. Tampoco repita las ideas del texto ni utilice sus argumentos. Genere otras ideas y otros argumentos.  Escriba con corrección y claridad.

Idioma
Una mañana, en el hotel Plaza de Nueva York, no había acabado de despertar cuando oí voces en el pasillo que hablaban un castellano muy dulce. En el sopor de la conciencia tuve un pensamiento feliz: por fin la excelsa lengua de Cervantes había conquistado la cima del Imperio, según había soñado Nebrija. Eran unas chicas mexicanas que estaban pasando la aspiradora. Poco después una joven colombiana llamó a mi puerta para arreglar la habitación. Mientras limpiaba el lavabo un día me contó algunas peripecias de su vida con las palabras más puras de nuestro idioma. No sé inglés y como no soy científico ni hombre de negocios, no lo necesito. A cualquier parte de Estados Unidos adonde vaya siempre encontraré un camarero, una cajera, un maletero, un abrecoches, cualquier cocinero que me saque del apuro. El emperador Carlos V dijo que utilizaba el italiano para hablar con las damas, el francés para hablar con los hombres y el castellano para hablar con Dios. Hoy en Nueva York sólo usaría nuestro idioma para departir con los criados, como hago yo que no soy nadie. Cuando camino por Manhattan y suena a mi alrededor la lengua de Cervantes, vuelvo la cara y normalmente se trata de alguien que está descargando bultos o va tirando de una carretilla. El simple hecho cuantitativo de que hablen castellano 400 millones de personas y que suene en el lugar más extraño del mundo donde se haya afincado un emigrante latinoamericano, hace que los españoles no necesitemos el inglés vitalmente, lo cual juega en nuestra contra. Sin duda, la minoría hispana ya ha accedido en Norteamérica al gran consumo y constituye también una fuerza electoral, por eso los políticos en los mítines balbucean algunas palabras en castellano y los ejecutivos de las multinacionales consideran una ventaja hablarlo bien, pero a la hora de firmar un contrato internacional y de acceder a las últimas conquistas del cerebro humano, la lengua de Cervantes no cuenta para nada. Hay que saber inglés. En este sentido conviene inculcar a nuestros escolares una idea básica: el castellano sirve para soñar, para rezar, para escribir bellas historias, para rememorar grandes hazañas del pasado, pero no interviene en absoluto en la economía mundial ni en el pensamiento científico. Su zona de máxima influencia está en los sótanos del Imperio, donde se friegan los platos y se cargan los paquetes. Cuando oigo hablar mi idioma en Nueva York sé que lo pronuncia un hermano. Voy hacia él y lo abrazo.
Manuel Vicent, EL PAÍS, 19 de septiembre de 2004 (columna)

Idioma

Desde el fondo de su miseria les hemos oído hablar. Son indios analfabetos, niños famélicos, ancianas depauperadas, obreros esclavizados, esas gentes latinoamericanas que emergen sus rostros en las pantallas sólo después de las catástrofes y que a la hora de manifestar sus sentimientos utilizan un castellano impecable con las palabras adecuadas a cada matiz de su emoción. Es de admirar hasta qué punto un idioma que se mantiene incontaminado, más allá de la cultura, sirve para estructurar de forma muy rigurosa el pensamiento. Les hemos oído hablar en plena agonía con expresiones profundas y sencillas, perfectamente atemperadas a su desdicha o a la muerte inminente que esperaban. No sé si el castellano, entre todas las lenguas del mundo, es la más propicia para formular la resignación ante el infortunio, pero en medio del cataclismo de Centroamérica hemos podido contemplar cómo un indio con su hijo muerto en brazos o una vieja mulata sentada en el suelo de su chabola desaparecida o un niño que buscaba a sus padres dentro del lodazal exponían semejante tragedia con las palabras más someras y precisas que corresponden a la dignidad de un idioma. Esto no es una lección para lingüistas, aunque sea una demostración de que los vocablos limpios son semillas de ideas puras. Baste comparar el rigor de ese castellano hablado por cualquier indio americano con la garrulería cateta con que se expresa la mayoría de la gente en España cuando le ponen un micrófono delante. No hay nada más deprimente que ese ciudadano feliz, balbuciente, sin vocabulario, pero cargado de paquetes, a quien se interroga a la puerta de unos grandes almacenes y no sabe qué decir. Tampoco el campesino español tiene ni de lejos la profundidad del indio ni sabe administrar ya aquella sabiduría senequista que en las razas de América equivale al silencio precolombino. Tal vez algún viejo marinero, algún pastor o labrador perdido en el fondo de un valle conserven en nuestro país todavía ese modo de hablar esencial, pero nada indica tan claramente la decadencia de una sociedad o la indignidad de una persona como la vulgaridad chabacana a la hora de expresarse. Aparte de la lección ante la tragedia, de la catástrofe de Centroamérica, muchos hemos aprendido la disciplina de un idioma. Ha sido un gran ejemplo oír a gente analfabeta que hablaba con un sonido de fray Luis de León en medio del barro.
  Manuel Vicent, EL PAÍS, 15 de noviembre de 1998 (columna)
EL SPANGLISH
Don Quixote de La Mancha
Miguel de Cervantes
First Parte, Chapter Uno
Transladado al Spanglish por Ilán Stavans
In un placete de La Mancha of which nombre no quiero remembrearme, vivía, not so long ago, uno de esos gentlemen who always tienen una lanza in the rack, una buckler antigua, a skinny caballo y un grayhound para el chase. A cazuela with más beef than mutón, carne choppeada para la dinner, un omelet pa’ los Sábados, lentil pa’ los Viernes, y algún pigeon como delicacy especial pa’ los Domingos, consumían tres cuarers de su income. El resto lo employaba en una coat de broadcloth y en soketes de velvetín pa’ los holidays, with sus slippers pa’ combinar, while los otros días de la semana él cut a figura de los más finos cloths. Livin with él eran una housekeeper en sus forties, una sobrina not yet twenty y un ladino del field y la marketa que le saddleaba el caballo al gentleman y wieldeaba un hookete pa’ podear. El gentleman andaba por allí por los fifty. Era de complexión robusta pero un poco fresco en los bones y una cara leaneada y gaunteada. La gente sabía that él era un early riser y que gustaba mucho huntear. La gente say que su apellido was Quijada or Quesada –hay diferencia de opinión entre aquellos que han escrito sobre el sujeto– but acordando with las muchas conjecturas se entiende que era really Quejada. But all this no tiene mucha importancia pa’ nuestro cuento, providiendo que al cuentarlo no nos separemos pa’ nada de las verdá.

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