LA PUNTA DE LA LENGUA
Un verbo
pringoso
Cabe preguntarse
cuántas personas de las que hacen la compra habrán entendido eso de “dipear” o
“dippear”
La sección de panadería de un popular hipermercado
español ofrece al consumidor un producto fabricado por la propia cadena y
denominado así: “Pan para dipear”.
A continuación, el departamento de aperitivos muestra unos triángulos de maíz
originarios de Medina del Campo (Valladolid) “¡listos para
dippear!” (esta vez con dos pes). Ya en otro establecimiento, un
envase de hummus (una especie de puré árabe) explica para su “modo de
uso”: “Lo puedes dippear con picatostes o verduras”. Está fabricado en Polinyà
(Barcelona).
Cabe preguntarse cuántas personas de las que hacen la
compra habrán entendido eso de “dipear”
o “dippear”.
Si miramos dentro de la palabra, deduciremos que se trata
de un verbo, por la terminación –ear que se usa para crearlos a partir
de un sustantivo, como sucede en “formatear”, “piratear” o “telefonear”. Pero
la raíz dip no nos dice nada en español. Habrá que pensar entonces en el
inglés, donde hallaremos el verbo to dip, que se puede traducir,
dependiendo del contexto, como “untar” o “mojar”. Así, to dip bread into
milk significa “mojar pan en la leche”; y to dip bread in the gravy
equivale a “untar pan en la salsa”.
La pregunta consecuente es de cajón: ¿Qué pinta en las
tiendas de España el verbo
“dipear”? Convendremos de inmediato en que no pinta nada.
Entonces, ¿por qué lo han usado?
Se puede atisbar un origen remoto de esta práctica en el
libro de Humberto López Morales La aventura del español en América
(Espasa). El académico puertorriqueño nacido en Cuba recuerda que los
conquistadores escribían en sus crónicas algunas palabras indígenas ignoradas
tanto en la Península como en las nuevas tierras de ocupación. Así, hablaban
del mamey, la guanábana, la guayaba, el mangle, la yuca, la papaya...
Para explicar eso, según argumenta López Morales, no es
posible acudir a la necesidad de nombrar cosas desconocidas. No usaban esos
términos como signos, sino como símbolos, y "lo que verdaderamente querían
mostrar era su veteranía en la experiencia americana".
Del mismo modo, empresas y publicistas escriben hoy en
día determinadas palabras a sabiendas de que su público las desconoce. Quizás
porque buscan más el prestigio propio que el entendimiento mutuo, o pretenden
deslumbrarnos con pocas luces.
Los conquistadores no podían hallar otro modo de nombrar
el aguacate, ni la guanábana, ni la yuca. Sin embargo, hace siglos que sabemos
cómo se dice to dip en español.
En “untar” y “mojar” tenemos unos verbos arraigados,
expresivos, precisos; y tan productivos, que se han impregnado en antiquísimos
dichos y refranes; como “está de pan mojar”, “está de toma pan y moja”… o, más
adecuado para estos casos, “el que de nada sabe, de todo se unta”.
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